El debate que nos merecemos

Foto nota de prensa del 30/11/2023


Podemos es el actor colectivo y la herramienta electoral que trastocó el mapa político y que representa la posibilidad de cambio de las mayorías castigadas como protagonistas. Esto es lo que explica la feroz campaña de ataques, estigmatización, criminalización y desprestigio que sufre nuestra joven formación y sus portavoces: por primera vez en tres décadas quienes han monopolizado el poder para su propio beneficio y el de los privilegiados sienten como cierta la posibilidad de perderlo y tiene serias dificultades para maniobrar y recuperar la confianza perdida.

Este es un proceso que no se dará de golpe sino en diferentes etapas, pero en una dinámica política acelerada, abigarrada y compleja. Podemos debe estar a la altura y tomar decisiones congruentes y adecuadas a sus grandes objetivos. Para ello es imprescindible abandonar la lógica de concesiones a partes, contentar a grupos o evitar polémicas.

Borrador de Principios Políticos #ClaroQuePodemos, 2014.


30 de noviembre de 2023

No soy politóloga, ni analista, ni pretendo serlo. Pero creo que, entre las personas comprometidas con la transformación social, sean del lugar que sean, hay un debate que nos merecemos y que no estamos teniendo.

No hay debate posible si todo lo que se escribe son mensajes con un número limitado de caracteres solo para confirmar las opiniones que ya se tenían de partida. Si todas las voces que aparecen en los medios de comunicación hablan un único lenguaje. Pero creo que nos debemos un debate más profundo y más honesto, aunque sea difícil o resulte incómodo. Porque más allá de titulares rápidos, hay preguntas que flotan en el aire y que son a las que, a mi juicio, habría que responder.

Quienes nos sentimos identificadas con esa época de ruptura que fue el 15M, hablábamos de un régimen (el orden de 1978) que sabíamos que iba a revolverse ante la irrupción de nuevas formas de hacer política. En el documento referido anteriormente que se escribiría para la primera Asamblea Ciudadana de Podemos, se hablaba de un entramado mediático-financiero, de que los creadores de opinión de este régimen intentarían que no habláramos más que para defendernos. Que harían todo lo posible porque se discutiera sobre la polémica continua en torno quienes pusieran la cara y el cuerpo. Se decía que la pretensión sería generar un efecto de ruido y alejamiento, además de un encasillamiento en una posición simbólica de “extrema izquierda”, ignorando la diversidad de sus votantes y simpatizantes. ¿Ha cambiado algo de esto? ¿Por qué decir esto mismo ahora recibe cierta reacción violenta y acusaciones de victimización? ¿Por qué ahora nos dicen que eso es señalar al periodismo si antes era describir una realidad?

En 2014 también hablábamos de cómo aquellas elecciones europeas patearon el tablero y pusieron en entredicho el bipartidismo. Ya nada iba a ser como siempre. Esas elecciones rompieron “el juego de vasos comunicantes por el cual lo que pierde el primer partido de la alternancia lo recibía el otro, cerrando la puerta a la alternativa y salvaguardando los consensos que comparten los dos partidos dinásticos”. Se identificaba al PSOE como artífice de la integración de las clases subalternas al Estado de 1978 y como pieza clave, después, de su incorporación al pacto social neoliberal. Se trataba de un PSOE en crisis, lo que precisamente abría las oportunidades para una nueva mayoría. “Si se recompusiera – sigue el texto - siquiera parcialmente de su desprestigio y sus problemas internos, y postulase un nuevo líder con pocos vínculos simbólicos con el pasado, podría recuperar parte del espacio perdido y estrechar así las opciones para una fuerza de ruptura democrática.” ¿Se parece a lo que está pasando? ¿Ha recuperado el PSOE espacio y se han estrechado las opciones para la alternativa? Si fuera así, ¿qué papel nos toca en este nuevo orden de posiciones? Ésa quizá sea una auto-reflexión más interesante que podría hacerse.

No pretendo analizar ni mucho menos explicar la actualidad con palabras de hace casi 10 años. Si precisamente algo aprendimos fue a no aplicar recetas históricas eternamente mientras el neoliberalismo seguía creciendo, que lo importante es saber leer el momento histórico y actuar de forma estratégica. Está claro que, durante este tiempo, han pasado muchas cosas. Entre ellas, un gobierno de coalición con el PSOE y la irrupción de una fuerza de ultraderecha que se enmarca a su vez en una ola reaccionaria que asola Europa y América. No creo que se pueda concluir que fuera un error participar de un gobierno en minoría, porque solo desde el privilegio se pueden despreciar que se hayan logrado medidas como la paralización de desahucios sin alternativa habitacional o la regulación de los alquileres, el aumento de las ayudas para personas en situación de dependencia, o los avances en derechos feministas.
Quizá la decisión sobre la que reflexionar no sea si participar en gobiernos o no (tenemos voluntad de ganar), sino cómo hacerlo y qué condiciones se dan en cada momento que posibiliten esas diferentes formas de participar. ¿Alguien piensa que ha sido fácil sacar adelante esas medidas? ¿Que han sido posibles sin incomodar? Claro que todos y todas las demócratas debemos situarnos en este bloque progresista en oposición al reaccionario. Pero he aquí la trampa, o una de ellas, y más preguntas. ¿Esta situación nos conduce entonces a elegir entre lo que ya existe o la barbarie? ¿A cuántas aspiraciones o anhelos de los que nos trajeron hasta aquí tenemos que renunciar? ¿A cambio de qué? ¿Defender la democracia es blindar a ese PSOE oxigenado? Tras los últimos resultados electorales, ¿qué papel tenemos nosotros y nosotras en este nuevo orden de posiciones?

Aquí sí voy a permitirme terminar expresando que creo que, para quienes nos seguimos sintiendo interpeladas por esa voluntad de ruptura con el viejo orden, sigue habiendo tarea. Compleja, pero hay tarea. Porque hay que poder seguir diciendo y haciendo lo que incomoda a quienes se sitúan en la comodidad. Que no es una guerra, que es un genocidio. Que los derechos trans son derechos humanos. Que las vidas migrantes importan. Que la monarquía no puede sostenerse más. Porque los “creadores de opinión” siguen funcionando con más intensidad si cabe, pero no podemos comprar su relato como si no fueran parte de ese entramado. Porque los grandes bancos baten su récord de beneficios mientras exprimen a las familias. Porque seguimos teniendo la misma necesidad o más que antes de defender la sanidad pública, la escuela pública, las vidas libres de violencias machistas, y precisamente porque nos importan tanto no nos da igual quién esté al frente de su defensa. Porque necesitamos hacer política desde esa combinación de “valentía, pasión e inconsciencia”. Porque tenemos que hacer política también por abajo y la democracia no puede volver a ser votar cuando toque. Y me pregunto entonces: ¿Qué actor político cristaliza esa voluntad? ¿Cuál tiene carácter popular? ¿Qué voces son las que dicen lo que nadie más dice? ¿Qué fuerza política puede pelear el sentido común para que haya cambio, más allá de lo institucional?

Que cada cual que elija su respuesta. Yo creo que se pudo, se puede y se podrá.

Leticia Sánchez, portavoz de Podemos en Parla